Borges, dichos y anécdotas (I)
Contado por José Edmundo Clemente a Borges, quien lo desmintió. Ocurre en 1981, con Borges ya ciego:
Borges quería cruzar la Avenida 9 de Julio, no había semáforo entonces y estaba parado esperando con su bastón. Y entonces llega un señor y le pregunta: «¿Usted va a cruzar?». Borges le dice que sí y deciden cruzar. Entonces cruzan la avenida, y cuando terminan de cruzar el hombre le dice a Borges: «Muchas gracias por haber ayudado a cruzar a este cieguito».
Borges. Director de la Biblioteca Nacional. Diálogos entre José Edmundo Clemente y Oscar Sbarra Mitre, de José Edmundo Clemente, Oscar Sbarra Mitre y Martín Arias. Ediciones Biblioteca Nacional, Buenos Aires, 1998.
Contado por Carlos Frías:
En una ocasión íbamos juntos en un taxi [con Borges] y el chofer se dirigió a mí y me dijo: «Qué parecidos son ustedes, ¿son hermanos?». En realidad no nos parecíamos en nada, pero Borges dijo: «¡Qué bueno que me parezco a Frías!», y luego dirigiéndose al chofer le preguntó muy serio: «¿Quién de los dos se parece más al otro?».
El señor Borges, de Epifanía Uveda de Robledo (Fanny) y Alejandro Vaccaro. Edhasa, Buenos Aires, 2004.
Sobre su madre, contado por Borges a Roberto Alifano:
Yo recuerdo que durante los duros años del peronismo, cuando yo fui expulsado de la presidencia de la Sociedad de Escritores, por negarme a poner el retrato de Perón, fuimos amenazados por un matón. El sujeto llamó a altas horas de la noche y lo atendió mi madre: «Yo voy a matarte a vos y a tu hijo», dijo una voz debidamente tosca y profesionalmente maleva. «¿Por qué, señor?», preguntó mi madre. «Porque soy peronista», agregó el anónimo individuo. Entonces mi madre le respondió: «Bueno, en cuanto a matarlo a mi hijo es muy fácil. Él sale todas las mañanas a las ocho para ir a su trabajo; usted no tiene más que esperarlo. En cuanto a mí, señor, he cumplido 80 años y le aconsejo que se apure si quiere matarme, porque a lo mejor yo me le muero antes».
Conversaciones con Borges, de Roberto Alifano. Debate, Madrid, 1983.
Escrito por María Esther Vázquez, sobre Borges:
Mañana por medio dicta clases de literatura inglesa en la Facultad, vuelve a almorzar a su casa en la calle Maipú y antes de las tres sale otra vez, ahora hacia la Biblioteca Nacional. Sube por Maipú los pocos metros que lo separan de la avenida Santa Fe y baja las escaleras del subterráneo en la estación San Martín. Cada día, desde su silla alta, lo saluda con respeto el empleado que vigila los molinetes; sin darse cuenta se han hecho amigos. El hombre lo recibe con un ceremonioso: «Buenas tardes, señor poeta» y Borges se siente desbordar de simpatía hacia ese prójimo que en apenas cuatro palabras le ofrece su homenaje. A los doce o trece años de repetir el saludo, un viernes de otoño, el hombre lo detiene y le explica que se jubila y el lunes ya no estará en ese puesto donde ha pasado la vida y, muy emocionado, le pide que le permita estrechar su mano. Así lo hace, diciéndole: «Ha sido para mí un honor conocerlo, verlo pasar cada tarde. Nunca lo olvidaré, don Arturo Capdevilla».
Borges, sus días y su tiempo, de María Esther Vázquez. Hay tres ediciones. Javier Vergara, 1984. Ediciones B Argentina S.A., 1999, aumentada. Ediciones Fundación Victoria Ocampo, 2007. Sólo figura en las dos últimas.
Escrito por Julio Cortázar hacia 1950:
En Correo Literario, Ulyses Petit de Murât escribió una historia del grupo Martín Fierro; supo ver la necesidad del recuerdo personal para colmar el debido homenaje, y sus referencias a Borges están teñidas con la sustancia que luego defenderá a los biógrafos de la mentira, la asepsia o la reconstrucción conjetural. Ahí encontré el estupendo mot de Borges, agarrando de la solapa a Petit de Murât que le daba la razón en algo, y diciéndole:
—¿Y quién sos vos, mocoso, para no discutirme?
Diario de Andrés Fava, de Julio Cortázar. Alfaguara, Buenos Aires, 1995.
Recogido por Diego Jemio:
En una entrevista, en Roma, un periodista trataba de poner en aprietos a Borges. Como no lo lograba, finalmente probó con algo que le pareció muy provocativo: «¿En su país todavía hay caníbales?»
«Ya no —contesta Borges—, los comimos a todos.»
El otro Borges, de Mario Paoletti. Emecé, Buenos Aires, 2010.
Escrito por Edwin Williamson, biógrafo:
Una noche Borges y Estela [Canto] estaban sentados en el Parque Lezama cuando un policía pidió ver sus documentos de identidad. Como ninguno de los dos los llevaba, el agente los arrestó por comportarse de manera indecorosa y provocar un escándalo público. Era una acusación ridícula, en especial en lo que tenía que ver con alguien como Borges; como máximo, calculaba Estela, le habría pasado un brazo alrededor de los hombros mientras estaban sentados en el banco del parque. Pero se vieron obligados a acompañar al policía a la comisaría, donde esperaron varias horas que apareciera un oficial superior. A Borges se le ocurrió aplacar al oficial insinuándole que podían tener un interés común por la criminología, dado que en ese momento era el director de una colección de novelas policiales para Emecé, sello editorial muy conocido. Adecuadamente impresionado, el policía los dejó ir.
Borges, a life, de Edwin Williamson. Seix Barral, Buenos Aires, 2006. Traducción de Elvio E. Gandolfo.
Dicho por Borges, mientras esperaban a Adolfo Bioy Casares, a quien luego se lo contaron:
Hay dos cosas seguras; una que Adolfo llegará; otra, que llegará tarde. Cuanto más tarde sea, más segura es su llegada; si llegara ahora, quizá no llegue.
Borges, de Adolfo Bioy Casares. Destino, Buenos Aires, 2006. Hay una edición minor, Planeta, 2011.
Borges sobre literatura contemporánea:
Nada sé de literatura argentina actual. Hace tiempo que mis contemporáneos son los griegos.
Borges, el palabrista, de Esteban Peicovich. Letra viva, Madrid, 1980.
Contado por Borges a Victoria Ocampo:
Una tarde Brandán Caraffa, un joven poeta de Córdoba, vino a verme al Garden Hotel, donde nos habíamos instalado después de nuestro regreso de Europa. Me dijo que Ricardo Güiraldes y Pablo Rojas Paz habían decidido fundar una revista que representara a la nueva generación literaria y que todos habían dicho que si ese era el propósito yo no podía faltar. Naturalmente me sentí halagado. Aquella noche fui al Hotel Phoenix, donde se hallaba Güiraldes. Me saludó con estas palabras: «Brandán me dijo que anteanoche ustedes se reunieron para fundar una revista de escritores jóvenes y todos dijeron que yo no podía quedar afuera». En ese momento entró Rojas Paz y me dijo excitado: «Estoy halagado…». Lo interrumpí diciendo: «Anteanoche nos reunimos los tres y decidimos que en una revista de escritores nuevos no podías quedar afuera».
Diálogo con Borges, de Victoria Ocampo. Sur, Buenos Aires, 1969.
Escrito por Calin—Andrei Mihailescu, en una nota al pie:
Un profesor estadounidense de origen rumano cuenta que, durante un encuentro con Borges en 1976 en la Universidad de Indiana, el escritor argentino le recitó las ocho estrofas de un poema rumano que le había enseñado su autor, un joven refugiado en Ginebra, en 1916. Borges no sabía rumano.
Arte poética. Seis conferencias, de Jorge Luis Borges. Crítica, Barcelona, 2001. Traducción de Justo Navarro.
Borges y Bioy idearon esta frase:
—No lo conozco al señor. Me parece un desconocido visto de atrás.
De jardines ajenos, de Adolfo Bioy Casares. Temas, Buenos Aires, 1997. La frase figura en otros textos de Bioy.
Contado por Jorge Santiago Perednik, quien solía visitar a Borges a comienzos de los ´80:
Una vez mientras estaba en su casa de la calle Maipú sonó el teléfono, él [Borges] atendió, y era una estudiante secundaria que necesitaba comentar un cuento suyo para el colegio. Le pedía a Borges que la ayude a redactar la composición o monografía. Él por supuesto dijo que no, que no le correspondía, que era el autor. Ella insistió una y otra vez y las resistencias de Borges fueron cada vez más débiles. Finalmente le dictó algunos párrafos. Después comentó que la extorsión de la jovencita se basó en el argumento de que la iban a reprobar si no le sugería alguna idea, ante lo cual no le quedó más remedio que ayudarla. Por mi parte imaginé que algún profesor al día siguiente iba a calificar un trabajo práctico sobre Borges sin imaginarse que el propio Borges había sido el autor.
Los que conocieron a Borges nos cuentan, de Edit Tendlarz. Tres Haches, Buenos Aires, 2000.
Contado por Roberto Alifano:
Borges me dicta un prólogo para el libro de un pintor nacido en el barrio de Flores. En el texto cita el nombre de otros artistas y escritores que han nacido o vivido en esa zona de Buenos Aires.
Me pregunta:
–¿Y Silvina Bullrich, usted no sabe si nació en Flores? —Creo que no —le respondo—. Pero se lo puedo consultar.
Después de mi llamado telefónico a Silvina, le digo:
—No, Borges, dice que no nació ni vivió nunca en Flores. Qué cómo se nos ocurrió eso.
—Pero, esta mujer para llevarnos la contra es capaz de no haber nacido ni vivido en Flores —concluye con una sonrisa.
El humor de Borges, de Roberto Alifano. Alloni/Proa, Buenos Aires, 1995.
Borges sobre poesía:
La poesía de metro libre es más difícil que la poesía rimada, salvo que uno tome la precaución de ser Walt Whitman.
Literatura Hispanoamericana y Argentina, de Alfredo Veiravé. Kapelusz, Buenos Aires, 1973.
Borges sobre Borges (1979):
Pienso: «¿Pero qué me importa todo eso?… Si esto le pasa a un individuo llamado Borges, que vivió en Sudamérica, en el siglo XX, hace ya tanto tiempo, qué importa si fue desdichado o si fue feliz, si ya él ha sido olvidado, si su siglo ha sido olvidado, si su país ha sido olvidado…».
Borges para millones. Corregidor, Buenos Aires, 1997. Texto que hizo de guión al film homónimo, de Ricardo Wullicher.